Las praxias son las actividades organizadas de forma motora. La actividad motora no puede considerarse una función eferente del SN. Cada movimiento implica un registro en la corteza cerebral, como aferencia propioceptiva (o cinestesica). Interviene un analizador motor.
La conexión del individuo con el ambiente se hace por los órganos de los sentidos y por su actividad muscular (sensorial). Una novedad determina en el individuo una actividad motora espontanea (exploratoria, defensiva, aprehensión) o un comportamiento estabilizado (formado por actividades motoras que se han organizado por un proceso de aprendizaje. Estas pasan por diferentes fases:
En el primer estado (organización de un aprendizaje motor) hay una generalización que incluye actividades musculares no ligadas a la realización estricta de ese comportamiento motor. Los primeros ejercicios determinan fatiga y dolor en grupos que no intervienen directamente en la actividad. Esta va cediendo paulatinamente (menos generalización). La actividad se va ajustando a los músculos que si intervienen. Interviene una inhibición diferencial (supresión de participación de músculos ajenos)
A medida de que se repiten, tienden a consolidarse síntesis correspondientes a la llegada simultánea de esas aferencias propioceptivas a la corteza cerebral. Las síntesis dadas dan lugar a la organización de estereotipos motores.
En el periodo de organización de esas síntesis, hay errores en la sucesión (muestran un periodo de labilidad o de no consolidación). A medida que prosigue el trabajo de organización, los errores disminuyen hasta su desaparición. Se da una sucesión de estereotipos cinestésico-motores o propioceptivos. Si el comportamiento motor está suficientemente estabilizado, es un hábito Aquí se ve la condición de automatismo, que se ejecutan sin comprometer la voluntad (lenguaje interior) relación con un estimulo cualquiera (vestirse, manejar cubiertos, etc).
La unidad elemental de cualquier comportamiento motor es el estereotipo cinestesico-motor. Una organización determinada de estos estereotipos es una praxia, que pueden ser vegetativas (deglución) y simples (gesto), somáticas o más complejas (uso de tijeras).
La conexión del individuo con el ambiente se hace por los órganos de los sentidos y por su actividad muscular (sensorial). Una novedad determina en el individuo una actividad motora espontanea (exploratoria, defensiva, aprehensión) o un comportamiento estabilizado (formado por actividades motoras que se han organizado por un proceso de aprendizaje. Estas pasan por diferentes fases:
En el primer estado (organización de un aprendizaje motor) hay una generalización que incluye actividades musculares no ligadas a la realización estricta de ese comportamiento motor. Los primeros ejercicios determinan fatiga y dolor en grupos que no intervienen directamente en la actividad. Esta va cediendo paulatinamente (menos generalización). La actividad se va ajustando a los músculos que si intervienen. Interviene una inhibición diferencial (supresión de participación de músculos ajenos)
A medida de que se repiten, tienden a consolidarse síntesis correspondientes a la llegada simultánea de esas aferencias propioceptivas a la corteza cerebral. Las síntesis dadas dan lugar a la organización de estereotipos motores.
En el periodo de organización de esas síntesis, hay errores en la sucesión (muestran un periodo de labilidad o de no consolidación). A medida que prosigue el trabajo de organización, los errores disminuyen hasta su desaparición. Se da una sucesión de estereotipos cinestésico-motores o propioceptivos. Si el comportamiento motor está suficientemente estabilizado, es un hábito Aquí se ve la condición de automatismo, que se ejecutan sin comprometer la voluntad (lenguaje interior) relación con un estimulo cualquiera (vestirse, manejar cubiertos, etc).
La unidad elemental de cualquier comportamiento motor es el estereotipo cinestesico-motor. Una organización determinada de estos estereotipos es una praxia, que pueden ser vegetativas (deglución) y simples (gesto), somáticas o más complejas (uso de tijeras).
Las alteraciones de la actividad constructiva, de ejecución, suelen ser muy frecuentes en la demencia, pudiendo estar relacionadas con trastornos del lóbulo frontal o de las vías subcorticales asociadas. La actividad de ejecución engloba la capacidad para el pensamiento abstracto y la planificación, iniciación, secuenciación, monitorización y detención de un comportamiento complejo. El deterioro del pensamiento abstracto puede manifestarse a través de la incapacidad para afrontar situaciones nuevas y evitar situaciones que requieran el procesamiento de información nueva o compleja. En la mayoría de los casos la persona deja de poder pensar en todas las opciones disponibles cuando toma decisiones. El juicio se vuelve erróneo. El enfermo puede actuar de manera inoportuna, quizá desnudándose en público, corriendo entre el tráfico y gritando en medio de la calle. La capacidad de abstracción del enfermo puede examinarse pidiendo al sujeto que encuentre similitudes o diferencias entre palabras afines.
Otro rasgo característico de esta disfunción ejecutiva es la disminución de la capacidad para cambiar de esquemas mentales establecidos así como generar información verbal o no verbal para ejecutar actividades motoras consecutivas. Para evaluar el estado de la función ejecutiva se suele pedir al sujeto que cuente hasta 10, que recite el alfabeto, que reste una serie de números de siete en siete, que nombre tantos animales como sea posible en 1 minuto o que dibuje una línea continua a base de alternar dos letras. Así mismo, es recomendable determinar, a través de los sujetos y de los informantes, el impacto de la alteración en la vida diaria del sujeto, examinando cómo afecta por ejemplo en la capacidad para el trabajo, planificación de actividades y presupuestos, entre otros.
El deterioro de la memoria y las alteraciones cognoscitivas deben ser lo suficientemente graves como para provocar un deterioro significativo de la actividad social o laboral, como ir al trabajo, ir de compras, bañarse, vestirse, manejar temas económicos, y han de manifestarse como un déficit respecto al nivel previo de actividad.
La naturaleza y el grado de deterioro varían y en ocasiones puede estar relacionada con las condiciones familiares y socioeconómicas del sujeto. La mayoría de los expertos destacan que en el curso clínico de la demencia no todos los individuos se deterioran de la misma forma. En concreto, un mismo nivel de deterioro cognoscitivo puede deteriorar significativamente la capacidad para el desarrollo de un trabajo complejo, pero no para un trabajo menos exigente. Existen individuos que pueden ser capaces de realizar tareas básicas como vestirse e ir al servicio, incluso con deterioros extremos de la memoria y el razonamiento. Otros pacientes, cuyo pensamiento es mucho mejor, pueden necesitar cuidados de enfermería para estas actividades básicas de la vida diaria.
Para establecer el diagnóstico de demencia es necesario que estos síntomas no se presenten exclusivamente durante un delirium. No obstante, dado que el delirium puede coexistir con una demencia previa, en estos casos será necesaria la realización de los dos diagnósticos.
Otro rasgo característico de esta disfunción ejecutiva es la disminución de la capacidad para cambiar de esquemas mentales establecidos así como generar información verbal o no verbal para ejecutar actividades motoras consecutivas. Para evaluar el estado de la función ejecutiva se suele pedir al sujeto que cuente hasta 10, que recite el alfabeto, que reste una serie de números de siete en siete, que nombre tantos animales como sea posible en 1 minuto o que dibuje una línea continua a base de alternar dos letras. Así mismo, es recomendable determinar, a través de los sujetos y de los informantes, el impacto de la alteración en la vida diaria del sujeto, examinando cómo afecta por ejemplo en la capacidad para el trabajo, planificación de actividades y presupuestos, entre otros.
El deterioro de la memoria y las alteraciones cognoscitivas deben ser lo suficientemente graves como para provocar un deterioro significativo de la actividad social o laboral, como ir al trabajo, ir de compras, bañarse, vestirse, manejar temas económicos, y han de manifestarse como un déficit respecto al nivel previo de actividad.
La naturaleza y el grado de deterioro varían y en ocasiones puede estar relacionada con las condiciones familiares y socioeconómicas del sujeto. La mayoría de los expertos destacan que en el curso clínico de la demencia no todos los individuos se deterioran de la misma forma. En concreto, un mismo nivel de deterioro cognoscitivo puede deteriorar significativamente la capacidad para el desarrollo de un trabajo complejo, pero no para un trabajo menos exigente. Existen individuos que pueden ser capaces de realizar tareas básicas como vestirse e ir al servicio, incluso con deterioros extremos de la memoria y el razonamiento. Otros pacientes, cuyo pensamiento es mucho mejor, pueden necesitar cuidados de enfermería para estas actividades básicas de la vida diaria.
Para establecer el diagnóstico de demencia es necesario que estos síntomas no se presenten exclusivamente durante un delirium. No obstante, dado que el delirium puede coexistir con una demencia previa, en estos casos será necesaria la realización de los dos diagnósticos.